Antonio Dal Masetto, escritor
"Siempre hay motivos para sacar la libreta y tomar apuntes
Por Fernanda Abad
Antonio Dal Masetto es uno de los narradores más potentes de la literatura argentina. Con una economía de palabras que le hace honor al significativo valor del silencio, este inmigrante italiano "transplantado" en nuestro país a los doce años, se convierte en intérprete sutil y lacónico de la realidad.
Dal Masetto, amigo de Osvaldo Soriano, autor de cuentos y novelas de admirable riqueza narrativa y emocional, vocero de las nostalgias de miles de coterráneos, habló con <B>El Tribuno<P> del oficio que viene desarrollando desde hace tiempo: la concepción de una buena escritura, "con las palabras justas, los tiempos convenientes, la estructura ideal". Y habló también del desarraigo, de la identidad y del amigo que ya no está.
Usted alterna su rol de lector y de escritor. ¿Qué es lo que lo mueve a escribir? ¿Una buena lectura, por ejemplo, incentiva?
Una buena lectura suele calentar los motores. De todos modos cuando uno trabaja debe alejarse de cualquier tipo de incentivo literario cercano. En esos momentos está solo con su propia escritura. Aquello que nos produjo entusiasmo, admiración, agradecimiento, incentivo ya tuvo tiempo de decantar, dejar su sabor y alejarse lo suficiente. En todo momento y en todas partes hay motivos para sacar la libreta del bolsillo y tomar apuntes. Dando vueltas por las calles o por su propia casa. El gran incentivo en realidad llega cuando uno se sienta ante el teclado o el cuaderno y permanece ahí clavado hasta que las imágenes empiecen a fluir. Y siempre vienen, imágenes, ideas, si la voluntad de trabajo es suficiente.
Hay quienes lo consideran un buen "intérprete", un escritor al servicio de lo que cuenta, sutil y conciso. ¿Qué prioriza a la hora de escribir: la expectativa, la curiosidad del lector o la exigencia que le plantean la propia historia y los personajes que ha creado?
Priorizo la posibilidad de una buena escritura. Encontrar el camino adecuado para una buena construcción, con las palabras justas, los tiempos convenientes, la estructura ideal. Durante la concepción de un relato o una novela y después, durante su ejecución, lo que cuenta es ese trabajo, esa relación secreta que ocurre en una zona de silencio, entre uno y aquello en lo que está involucrado, la creación en ciernes, cuya forma todavía borrosa lo acompaña a todas partes como su sombra, está con uno día y noche, aun en los sueños, y de este intercambio surge un comercio que finalmente dará sus frutos. Este comercio es privado, hay un arranque, hay un camino por recorrer y se lo transita en soledad. En esa zona y en ese tiempo solamente intervienen dos personajes, el autor y esa sombra que le hace compañía. El lector o posible lector es algo que pertenece a otro ámbito, muy posterior, no está comprendido en las leyes que gobiernan esta etapa.
Dijo alguna vez que la emigración "te quita algo que otros tienen y te da algo que otros no tienen". ¿Qué le quitó y qué le dio a usted?
Lo que te quita es evidente, una continuidad, la cercanía con lo familiar y amado, el despojo de aquellas imágenes con las que uno se ha criado y lo formaron, hay un desgarramiento, aunque no tiene por qué manifestarse como dolor, pero que existe y deja su marca, su cicatriz. El que habla es alguien que fue trasladado de un continente a otro a la edad de doce años. En cuanto a lo que te da, no es tan fácil de explicar. De muchas de nuestras experiencias, o de todas, sean como fueren, es posible extraer un costado interesante y novedoso. Y seguramente también acá, la novedad, el descubrimiento de lo nuevo, la exigencia de lo nuevo, no pertenecer ni a un lado ni al otro, ya no totalmente del lugar del que se viene ni totalmente del lugar al que se arribó, ese estar dividido, esa situación intermedia, es algo que solamente puede experimentar y entender el que sufrió o fue sometido al desarraigo. En fin, una posible forma de acceder a un estado diferente. Con seguridad, de ahí viene mi afirmación de aquella otra vez.
Nuestro país tiene una marca fuerte: la de haber sido constituido por una multitud de nacionalidades. ¿Cree que alguna vez superaremos la tara de ser una nación "indefinida"?
La identidad indefinida es consecuencia inevitable de la historia de formación de un país joven, donde la nostalgia y cierto orgullo de los países de origen sigue presente como una forma de herencia en hijos y nietos, y que también debe ser considerada y analizada en lo que hay en ella de riqueza y no en un sentido de merma o limitación o indefinición.
Usted no deja pasar oportunidad para recomendar la lectura de los libros de Soriano. ¿Qué ve en ellos de cautivante?
Me conecté con Soriano cuando llegó de Tandil a Buenos Aires. Yo ya estaba en la ciudad desde unos años antes, así que conocí sus comienzos literarios del mismo modo que él conoció los míos. Y conocí la pasión que ponía en cada acto de su vida, pasión que luego podía ver traducida en la escritura, controlada, dosificada con pulso hábil y fundamentalmente exigente. Sus amores están ahí, en sus páginas, no hay un sólo texto que no sea una reverencia a lo que él consideraba ejemplos de vida y de belleza. Y su mirada crítica y certera de la realidad nacional, de la historia nacional. El arte considerado en cuanto a su utilidad, como señala una nota sobre Osvaldo de nuestro excelente escritor Guillermo Saccomanno. Los muchos miles de apasionados lectores de los libros de Osvaldo podrán contestar de qué manera se vieron reflejados en sus historias, de qué manera aprendieron a conocer mejor algunos aspectos de sí mismos y de su entorno. Tocados por ese amor y esa pasión desbordantes a los que Soriano lograba sin embargo acomodar en un molde exacto, logrando que produjeran el efecto de contagio inmediato pero también la posibilidad de una lectura en libertad, la posibilidad del descubrimiento, de la elaboración propia, de quien comparte y convive. El lector como aliado.
A Soriano no le gustaba que lo catalogaran de escritor "popular" y "exitoso". ¿Por qué cree que pensaba así? ¿Cómo recibiría esos adjetivos en el caso de que se los asignaran a usted?
Seguramente porque esta forma de catalogarlo provenía de voces que intentaban, a juicio de Soriano, minimizar de ese modo el valor de su escritura. Los mismos términos tienen valores diferentes de acuerdo con la intención y la dirección. Por supuesto que fue y sigue siendo un escritor exitoso y, ya se sabe, si hay algo que no se le perdona a nadie es el éxito. A muchísimos grandes escritores se los podría definir del mismo modo que a Soriano en aquellas oportunidades, tanto para valorizarlos o rebajarlos, todo según la intención. En cuanto a mí, no sé, hasta ahora los comentarios de mis libros apuntaron para otro lado. Uno escribe, luego vienen los críticos, los teóricos y dicen lo suyo.
Usted alterna su rol de lector y de escritor. ¿Qué es lo que lo mueve a escribir? ¿Una buena lectura, por ejemplo, incentiva?
Una buena lectura suele calentar los motores. De todos modos cuando uno trabaja debe alejarse de cualquier tipo de incentivo literario cercano. En esos momentos está solo con su propia escritura. Aquello que nos produjo entusiasmo, admiración, agradecimiento, incentivo ya tuvo tiempo de decantar, dejar su sabor y alejarse lo suficiente. En todo momento y en todas partes hay motivos para sacar la libreta del bolsillo y tomar apuntes. Dando vueltas por las calles o por su propia casa. El gran incentivo en realidad llega cuando uno se sienta ante el teclado o el cuaderno y permanece ahí clavado hasta que las imágenes empiecen a fluir. Y siempre vienen, imágenes, ideas, si la voluntad de trabajo es suficiente.
Hay quienes lo consideran un buen "intérprete", un escritor al servicio de lo que cuenta, sutil y conciso. ¿Qué prioriza a la hora de escribir: la expectativa, la curiosidad del lector o la exigencia que le plantean la propia historia y los personajes que ha creado?
Priorizo la posibilidad de una buena escritura. Encontrar el camino adecuado para una buena construcción, con las palabras justas, los tiempos convenientes, la estructura ideal. Durante la concepción de un relato o una novela y después, durante su ejecución, lo que cuenta es ese trabajo, esa relación secreta que ocurre en una zona de silencio, entre uno y aquello en lo que está involucrado, la creación en ciernes, cuya forma todavía borrosa lo acompaña a todas partes como su sombra, está con uno día y noche, aun en los sueños, y de este intercambio surge un comercio que finalmente dará sus frutos. Este comercio es privado, hay un arranque, hay un camino por recorrer y se lo transita en soledad. En esa zona y en ese tiempo solamente intervienen dos personajes, el autor y esa sombra que le hace compañía. El lector o posible lector es algo que pertenece a otro ámbito, muy posterior, no está comprendido en las leyes que gobiernan esta etapa.
Dijo alguna vez que la emigración "te quita algo que otros tienen y te da algo que otros no tienen". ¿Qué le quitó y qué le dio a usted?
Lo que te quita es evidente, una continuidad, la cercanía con lo familiar y amado, el despojo de aquellas imágenes con las que uno se ha criado y lo formaron, hay un desgarramiento, aunque no tiene por qué manifestarse como dolor, pero que existe y deja su marca, su cicatriz. El que habla es alguien que fue trasladado de un continente a otro a la edad de doce años. En cuanto a lo que te da, no es tan fácil de explicar. De muchas de nuestras experiencias, o de todas, sean como fueren, es posible extraer un costado interesante y novedoso. Y seguramente también acá, la novedad, el descubrimiento de lo nuevo, la exigencia de lo nuevo, no pertenecer ni a un lado ni al otro, ya no totalmente del lugar del que se viene ni totalmente del lugar al que se arribó, ese estar dividido, esa situación intermedia, es algo que solamente puede experimentar y entender el que sufrió o fue sometido al desarraigo. En fin, una posible forma de acceder a un estado diferente. Con seguridad, de ahí viene mi afirmación de aquella otra vez.
Nuestro país tiene una marca fuerte: la de haber sido constituido por una multitud de nacionalidades. ¿Cree que alguna vez superaremos la tara de ser una nación "indefinida"?
La identidad indefinida es consecuencia inevitable de la historia de formación de un país joven, donde la nostalgia y cierto orgullo de los países de origen sigue presente como una forma de herencia en hijos y nietos, y que también debe ser considerada y analizada en lo que hay en ella de riqueza y no en un sentido de merma o limitación o indefinición.
Usted no deja pasar oportunidad para recomendar la lectura de los libros de Soriano. ¿Qué ve en ellos de cautivante?
Me conecté con Soriano cuando llegó de Tandil a Buenos Aires. Yo ya estaba en la ciudad desde unos años antes, así que conocí sus comienzos literarios del mismo modo que él conoció los míos. Y conocí la pasión que ponía en cada acto de su vida, pasión que luego podía ver traducida en la escritura, controlada, dosificada con pulso hábil y fundamentalmente exigente. Sus amores están ahí, en sus páginas, no hay un sólo texto que no sea una reverencia a lo que él consideraba ejemplos de vida y de belleza. Y su mirada crítica y certera de la realidad nacional, de la historia nacional. El arte considerado en cuanto a su utilidad, como señala una nota sobre Osvaldo de nuestro excelente escritor Guillermo Saccomanno. Los muchos miles de apasionados lectores de los libros de Osvaldo podrán contestar de qué manera se vieron reflejados en sus historias, de qué manera aprendieron a conocer mejor algunos aspectos de sí mismos y de su entorno. Tocados por ese amor y esa pasión desbordantes a los que Soriano lograba sin embargo acomodar en un molde exacto, logrando que produjeran el efecto de contagio inmediato pero también la posibilidad de una lectura en libertad, la posibilidad del descubrimiento, de la elaboración propia, de quien comparte y convive. El lector como aliado.
A Soriano no le gustaba que lo catalogaran de escritor "popular" y "exitoso". ¿Por qué cree que pensaba así? ¿Cómo recibiría esos adjetivos en el caso de que se los asignaran a usted?
Seguramente porque esta forma de catalogarlo provenía de voces que intentaban, a juicio de Soriano, minimizar de ese modo el valor de su escritura. Los mismos términos tienen valores diferentes de acuerdo con la intención y la dirección. Por supuesto que fue y sigue siendo un escritor exitoso y, ya se sabe, si hay algo que no se le perdona a nadie es el éxito. A muchísimos grandes escritores se los podría definir del mismo modo que a Soriano en aquellas oportunidades, tanto para valorizarlos o rebajarlos, todo según la intención. En cuanto a mí, no sé, hasta ahora los comentarios de mis libros apuntaron para otro lado. Uno escribe, luego vienen los críticos, los teóricos y dicen lo suyo.