Parecía desafiar la ley de gravedad mientras bailaba. Cuando Vaslav Nijinsky saltaba, parecía quedarse un instante suspendido en el aire. Esto embelesaba al público y a sus propios compañeros.
En cierta ocasión un bailarín de su elenco le preguntó cómo lo hacía. Respondió: "Es sencillo, basta con dar un salto y quedarse parado un instante en el aire".
Como Nijinsky y tantos otros artistas de lo cotidiano, quienes sienten lo que hacen, viven totalmente compenetrados con la magia. No necesitan nada más que el disfrute que les produce fluir con lo que llevan a cabo mientras trabajan o bailan.
Vibrar con lo que hacemos no produce cansancio, tampoco estrés ni dolor de cabeza.
Julio Cortázar escribió "En este teatro donde una vez el grandísimo Nijinsky descubrió que en el aire hay columpios secretos y escaleras que llevan a la alegría".
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