miércoles, abril 20, 2011

Familia de Schoenstatt: Misiones en Semana Santa y Carta de Alianza – Abril de 2011



MISIONES UNIVERSITARIAS, mkf. 
Faltan pocos días para el comienzo de la Semana Santa. Como ya es tradición, cientos y cientos de jóvenes en la Argentina, Chile, Ecuador, México, Brasil, Paraguay, Uruguay y este año por primera vez en Italia, salen a misionar para llevar la palabra de Cristo y a la Virgen Peregrina a cada una de las familias en las localidades que visitarán en estos días. Los jóvenes que participarán en las Misiones Universitarias a desarrollarse en Semana Santa, en Rauch, provincia de Buenos Aires, pidieron la oración de la Familia de Schoenstatt para este apostolado. Al publicar su pedido, se pide incluir a todos los misioneros jóvenes en las oraciones.
Los que no van a las Misiones los acompañan con la oración. Por eso, se unen en una cadena de oración por el éxito y la fecundidad de las Misiones Universitarias. Lo que se pide es rezar por las Misiones en algún momento del día, por ej. una oración, una jaculatoria, el Santo Rosario o algún ofrecimiento que cada uno desee hacer por los misioneros. Al finalizar el día de misión, en la oración de la noche, se mencionan a todos los que han rezado por las misiones, en un profundo marco de agradecimiento y unión espiritual.
Si quieres unirte espiritualmente a las Misiones Universitarias en Rauch y decir junto a ellos: Aquí estoy Padre, te rogamos que les avises a Carlos y Lilita Ricciardi: estudioricciardi@ciudad.com.ar
Al mismo tiempo, todos están invitados a dejar en “comentarios” su promesa de oración para estas y todas las demás misiones de Semana Santa.

¿Dónde hay misiones en Semana Santa?

Argentina: Rauch
Paraguay: Quindy, La Colmena, Ybycui, Acahay, Calistro y Pirayu
Italia: Basilicata, sur de Italia
Ecuador: Ahuano
Uruguay: … como parte de la conquista del Santuario en Montevideo

México


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Carta de Alianza – Abril de 2011


Queridos hermanos en la Alianza:


Mientras escribo estas líneas recuerdo un conocido aviso que anuncia “¡luchemos por la vida!”; también la frase de una asociación ecológica“respetemos la naturaleza, salvemos la vida”, y slogans que promueven “más vida”, “mejor calidad de vida”, “¡viva la vida!”. Vivimos en un tiempo en que la vida es exaltada como pocas veces en la historia. Pero también, y como un duro revés, leo que el cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, advirtió que “en las puertas mismas de las escuelas se vende muerte”, y añadió que “hay mucha gente responsable ante Dios de que a estos chicos, de una y otra manera, se les hacen llegar esa dosis de muerte”.
Diariamente constatamos que, no obstante la exaltación de la vida, se ha instalado entre nosotros una cultura que carcome nuestra existencia; una cultura de la muerte que se manifiesta en el tráfico y consumo de drogas cada vez más generalizado, en el abuso y la violencia verbal, psíquica y física, en el abandono de la persona indefensa, en los abortos y la eutanasia, en la miseria, el hambre, la manipulación y el engaño, en la falta de techo, de trabajo y de educación básica. Pero también la muerte se expresa en la falta de cariño, falta de familia, de vínculos estables; se muere también por falta de amor. Hace unos días alguien decía que vivimos en una atroz esquizofrenia social: somos capaces de “mimar” a los animales y tirar un ser humano a un basurero; y luego preguntaba: “¿cuánto vale para vos la vida?”.
El bien convive con el mal, la vida con la muerte. Y la confusión de los valores todo lo desquicia. Estas realidades nos muestran cómo nuestra naturaleza está transida por un desorden intrínseco que anhela sanación y salvación. No obstante en el corazón del hombre hay un anhelo de Vida porque tenemos vocación de vida, hemos sido creados para la vida.
Hay una muy Buena Noticia: Dios es el Dios de la Vida. Jesús mismo lo anunció diciéndonos: “He venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn. 10, 10). Dios se mete y compromete con nuestra vida porque no puede permanecer indiferente ante tanto dolor, tanto mal y tanta muerte entre sus hijos. Tanto es su amor que dio su vida por nosotros. Y padeció la muerte y muerte de cruz. Pero en Cristo habita la Vida, por eso quiebra la inercia de la muerte y resucita: en nuestra tierra renace la vida, renace la luz y renace la esperaza. “He venido para que tengan vida…”. Sí, Dios es un Dios de Vida y nosotros queremos seguirlo, comprometiéndonos con la Vida.
- Comprometerse con la “Vida” en todas sus dimensiones: desde su concepción hasta su muerte natural; se trata del sentido de la vida, del amor a la vida humana y a toda la creación como expresión de la vida de Dios.
- Comprometerse con la Vida es proclamar con claridad: la vida es un don y merece ser vivida; la vida es un derecho para todos los hombres.
- Comprometerse con la Vida para dignificar y honrar la vida de tantos hombres, mujeres, niños, adultos y ancianos que viven en condiciones infrahumanas.
- Comprometernos con la Vida en cada diálogo, en la familia, con los amigos y en el ambiente de trabajo, siendo factor de unidad, reconciliación y encuentro.
Nuestro “no” a la anticultura de la muerte nace con fuerza por nuestro “sí” a la vida.
María es sinónimo de vida porque es madre: concibe, da a luz, ama, cuida y educa a su Hijo. María está atenta a la vida, es solidaria con aquellos novios en Caná que se han quedado sin vino en su fiesta de bodas y pide a Jesús por ellos. María acompaña en el dolor a su Hijo y permanece al pie de la cruz. María es la madre que une y reúne a los discípulos de Jesús y los alienta a permanecer fieles y a anunciar la Vida Nueva resucitada. Ella es la madre de la Vida.
Queridos amigos, en esta Pascua pidámosle a María que nos enseñe a dignificar, cuidar y amar la Vida (con mayúsculas); que Ella nos enseñe a ser fieles discípulos de Cristo y verdaderos hermanos entre nosotros, y nos anime en el compromiso diario por la Vida, para que todos los hombres en nuestra Patria “tengan Vida y Vida en abundancia”. ¡Cristo es nuestra Pascua, Cristo es nuestra Vida!
Desde el Santuario les deseo una bendecida Semana Santa y Feliz Pascua de Resurrección.
P. José Javier Arteaga

HEREDEROS DEL PADRE, PROFETAS DE LA VIDA

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