Diógenes, como todo el mundo sabe, fue un filósofo griego que vivía en un barril, pero, a diferencia del Chavo del 8, no decía el mismo chiste más de 50 veces. Este asceta dedicó su vida a pregonar el desprendimiento de todo deseo -incluidas las tortas de jamón- para así vivir sin necesidades. Claro, nunca se dio cuenta de que él mismo tenía la más grande necesidad de vivir en la miseria.
Como sea, en honor a Diógenes se bautizó con el mismo nombre a una afección mental generalmente vista en personas mayores, las cuales se aislan del mundo, descuidan toda higiene y cuidado personal y frecuentemente terminan cayendo en la indigencia a propósito o por desgano.
Lo más extraño es que estas personas no suelen ser pobres pero creen que lo son; incluso llegan a ahorrar grandes cantidades de dinero, al cual creen siempre escaso, y juntan basura, a la que consideran de utilidad, sin llegar a saber nunca el verdadero valor de cada cosa -si es que alguien lo sabe-.
Este síndrome no suele perjudicar a nadie más que al afectado, excepto cuando deviene en una variante conocida como Síndrome de Noé, cuando la persona colecciona animales y los mantiene en pésimas condiciones de abandono que generalmente los conducen a la muerte.
Diógenes al menos pensaba; sostenía que la pobreza era la más elevada virtud -y quizá tenía razón, ya que es el estado natural del Hombre y de toda criatura viviente-, pero vale remarcar que la pobreza puede conducir a la libertad pero también a la esclavitud, a la humildad pero también al hambre y a la soledad pero también a la discriminación... ya que mientras unas suelen reconfortar, las otras matan.
Fuente: www.cibermitanios.com.ar
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