jueves, junio 10, 2010

El Arte de Amar - Erich Fromm

En el prólogo de El arte de amar, que fue editado hacia 1950, Erich Fromm ya deja claro que pretende convencer al lector de que todos sus intentos de amar están abocados al fracaso si no procura desarrollar plenamente su propia personalidad; que la satisfacción en el amor personal no se alcanza sin verdadera humildad, valor, fe y disciplina. En una cultura en que estas cualidades son raras, también ha de ser rara la capacidad de amar.

¿El amor es un arte o sólo una sensación agradable, que uno experimenta por azar, si tiene suerte? Si es un arte, requiere conocimiento y esfuerzo. La gente opina que el amor es importante, de hecho todo el mundo está sediento de amor, pero casi nadie piensa que hay que aprender algo sobre el amor. Para la mayoría de las personas, el problema del amor consiste en ser amado más que en ser capaz de amar. Se suele creer que el amor es un problema de objeto y no de facultad. Es decir se piensa que amar es fácil y que la dificultad estriba en encontrar el objeto idóneo, para amarlo o ser amado por él.

Con esta visión, en una cultura donde prevalece la orientación mercantil y el éxito material constituye el valor predominante, no sorprende que las relaciones amorosas sigan el mismo patrón de intercambio que gobierna el mercado de bienes de consumo y de trabajo.

Continua diciendo Fromm que el primer paso es tomar conciencia de que el amor es un arte y que el proceso de aprendizaje consiste en conocer la teoría y dominar la práctica, hasta llegar al desarrollo de la intuición, que es la esencia de cualquier arte. Esto requiere disciplina, concentración y paciencia; pero hace falta también otro factor, el interés, es decir, considerar que no hay nada tan importante como el arte a cuya maestría se aspira.
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Y tal vez radica aquí el motivo por el que pocas personas lo alcanzan, porque a pesar del profundo anhelo de amor dedicamos casi toda nuestra energía a conseguir éxito, prestigio, dinero o poder y prácticamente ninguna a aprender el arte de amar.
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Al desarrollar su teoría del amor, Fromm advierte que el libro defraudará a quienes esperen una instrucción fácil y afirma que amar consiste fundamentalmente en dar, no en recibir; que la capacidad de amar, de dar, depende del grado de desarrollo personal, de la medida en que se ha vencido la dependencia, la prepotencia, el deseo de explotar a otros o el de acumular y se ha incrementado la confianza en uno mismo. Si faltan esas cualidades, el individuo tiene miedo a darse y por lo tanto a amar.

El amor maduro significa unión bajo la condición de preservar la propia integridad e individualidad. Todas las formas de amor tienen una serie de elementos comunes e interrelacionados, como la capacidad de cuidar, es decir trabajar para hacer crecer aquello que amamos; responsabilidad, en el sentido de estar atento y disponible para responder a las demandas de la otra persona; respeto, para que la persona amada se desarrolle según su propia personalidad y con sus propios medios, porque el respeto existe sólo desde la base de la libertad; conocimiento, porque no es posible respetar sin conocer las causas del comportamiento del otro y eso se consigue a medida que se profundiza en la experiencia de unión.

El hombre moderno, afirmaba Fromm hace más de sesenta años, está alienado de si mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo, experimenta sus fuerzas vitales como una inversión que ha de producir el máximo rendimiento posible en las condiciones del mercado.

El amor es un desafío constante, un moverse, crear y trabajar juntos. Que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario; lo fundamental es que dos seres se experimenten desde la esencia de su existencia. Sólo hay una prueba de la presencia del amor: la profundidad de la relación y la vitalidad y fuerza de las personas implicadas; este es el fruto que nos permite reconocerlo

La principal condición para la consecución del amor es la superación del propio narcisismo. El polo opuesto del narcisismo lo constituye la objetividad, es decir, la capacidad de ver a las personas y las cosas tal como son, sin interferencias de nuestros propios deseos y temores. La facultad que permite pensar con objetividad es la razón y la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. El amor requiere el desarrollo de la humildad, de la objetividad y de la razón

Fuente : Revista AIPOTU

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