jueves, mayo 26, 2011

Cuando las parejas discuten.. por D.G..mechi

INVESTIGACIÓN:

CUANDO LAS PAREJAS DISCUTEN

En algunas de las investigaciones más interesantes acerca del éxito y el fracaso en el matrimonio en la actualidad, John Gottman, profesor de Psicología en la Universidad de Washington, en Seattle, ha registrado en vídeo una conexión entre el "ruido psicológico" y el deterioro de la sociabilidad. El profesor Gottman ha observado lo que sucede en los CUERPOS de las parejas casadas mientras discuten. Lo que hace es invitar a  una pareja a su laboratorio, los conecta a varios sensores, y les pide que discutan un tema en el que están en desa- cuerdo. Mientras los miembros de la pareja discuten, los monitores miden el intervalo del ritmo cardíaco, el tiempo de transmisión del pulso a los dedos, la amplitud del pulso, el nivel de conductividad de la piel y la actividad somática general. Y Gottman descubre que cada una de estas mediciones registra un aumento en la excitación. En razón de que la conductividad de la piel opera a través de un sistema bio- lógico diferente del que corresponde al pulso y a los intervalos cardiacos, Gottman piensa que los diversos sistemas afectados por el conflicto conyugal están tan extendidos por todo el cuerpo que ha denominado a este estado 'excitación fisiológica difusa'. Dicho de otro modo: 'ruido psicológico'. Cuando varios índices de excitación fisiológica aumentan, una persona ha entrado en un estado de 'ruido psicológico'. Las consecuencias de este estado para el funcionamiento de una persona casada, ha señalado Gottman, son uniformemente negativas. En principio, un estado de excitación fisiológica difusa, o ruido en nuestra terminología, deteriora la capacidad de la persona para procesar información. Para decirlo sin rodeos, una vez sumidas en el estado de ruido, las personas no son tan lúcidas como cuando están tranquilas. En este estado la memoria se deteriora, y con ello nuestra capacidad de responder eficazmente a la totalidad de los datos que se nos presentan. Y se torna difícil conservar un pensamiento: las reacciones se tornan automáticas, instantáneas. Finalmente, más allá de estas dificultades, la excitación fisiológica intensa también disminuye la capacidad de razonar, un fenómeno que los psiquiatras llaman VOLVERSE CONCRETO.

Una vez que nos hemos vuelto concretos, asignamos valor a las cosas por su aspecto externo; ya no respondemos a los indicios más sutiles y al subtexto de las interacciones sociales, ya no somos capaces de pensar en términos de abstracciones, y nuestra capacidad para conceptualizar o proyectar hacia el futuro también disminuye. En el estado concreto las conversaciones entre los cónyuges toman un tono de represalia. Si un esposo se queja por enésima vez en el día de que no hay comida en la casa, su esposa le responde de inmediato con una observación punzante sugiriéndole que tal vez debería salir a comprarla él mismo. El hecho de que él pueda estar aludiendo a alguna otra cosa, su vida sexual, digamos, o sus preocupaciones laborales, planea muy por encima de ambos. Esto no significa que toda comunicación entre los miembros de una pareja se refiera siempre a 'alguna otra cosa': a veces una discusión sobre la compra es una discusión sobre la compra. Pero lo que ocurre cuando las personas se vuelven concretas es que no tienen forma de ponderar la profundidad o los posibles subtextos de la situación. El trabajo de Gottman es fascinante porque a través de las grabaciones en vídeo él puede mostrar el punto en el que una discusión conyugal se convierte en pura defensividad, hostilidad e insultos. Este deterioro coincide con una aceleración del pulso de cada miembro de la pareja. A medida que las pulsaciones aumentan, la capacidad de discutir razonablemente desaparece. Es una correlación directa y llamativa: tan nítida que Gottman les aconseja a las parejas en conflicto que se tomen el pulso en medio de la disputa. Según su experiencia, cuando un hombre llega a un promedio de ochenta pulsaciones por minuto, y una mujer a noventa, no tiene mucho sentido continuar. Para ambos sexos, escribe Gottman, haber pasado las cien pulsaciones es razón suficiente para terminar la discusión. Una persona cuyo corazón late a una velocidad de cien pulsaciones por minuto, debido a la furia y no a un ejercicio de aerobismo, ya no es capaz de comprender ni de responder inteligentemente lo que su compañero o compañera está tratando de decirle. Gottman ha notado que otras destrezas sociales también se debilitan. A medida que nuestra capacidad de procesamiento se deteriora, el ruido nos retrotrae a lo que los psicólogos llaman conductas sobreaprendidas (el fenómeno que Freud caracterizó como regresión). Las conductas sobreaprendidas son aquellas que conocemos demasiado bien. No es una coincidencia que se trate de las conductas de 'orden inferior', que aprendimos y practicamos de niños. Todos sabemos aullar, gritar y llorar, todos sabemos enfurruñarnos e insultar. Conocemos tan bien estas conductas que no tenemos que pensar para actuarlas, y ésa es la cuestión. Cuando el ruido de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro daña nuestra capacidad de procesamiento de orden superior no logramos acceder a las destrezas sociales de orden superior que habíamos desarrollado como adultos. Y nos vemos empujados a las rabietas de la infancia. También para esta pérdida hay un substrato biológico: las conductas sobreaprendidas están mejor instaladas en el circuito neuronal del cerebro. Las destrezas sociales de orden superior, las destrezas que adquirimos con la madurez, son las conexiones más recientemente adquiridas y, en consecuencia, son las destrezas que cuentan con las conexiones sinápticas más débiles. Nuestras conductas y asociaciones más primitivas, las conductas y asociaciones de la infancia, son acciones que hemos repetido una y otra vez, y han dado como resultado conexiones sinápticas que resultan más fuertes, más robustas, más AJUSTADAS que las que subyacen a nuestras conductas maduras, que han sido adquiridas más recientemente. El ruido interno obtura los niveles superiores del cerebro, las conexiones sinápticas más débiles, y retrotrae al afectado a las conductas sobreaprendidas, sinápticamente robustas, de sus primeros años. 

D.Golman

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